Esta es la edad que cumple mi madre el próximo lunes y coincide que estoy adentrándome en el texto de Gunter Grass, “Pelando la cebolla”. Me ha llamado la atención la preocupación de él, o quizás su complejo de culpabilidad, por no haber sabido preguntarse a tiempo el por qué de las cosas, cuando todavía era un chaval de pantalones cortos y calcetines largos. Es verdad que,contingentemente, nos pasan cosas y que un ejercicio (pero creo que se debe reducir a eso, sólo un ejercicio) adecuado es preguntarse el por qué de ellas. Esto,en cierto sentido, calma los juicios, pero preguntarse el por qué de las cosas no llega a descarnar el intríngulis vital. Es más, éste es más apreciable cuando nos planteamos el cómo. Cómo resolvemos los temas cuando se hacen palpables, o conscientes. Y en todo caso este cómo requiere de un aprendizaje contínuo, ciertamente harto difícil. La complacencia es su máximo adversario. Así como la indiferencia.
Siguiendo a Mercedes Sosa, “Sólo le pido a Dios que nada me sea indiferente”, y añado, aunque tenga 88 años. Felicidades Mamá.!!