miércoles, septiembre 26, 2007
Religión,ciencia, educación y el arte de mentir
Estos días, por aquellas casualidades que conforman nuestro cada día, me han coincidido dos debates, reiterados y sempiternos con la religión de por medio. A saber, la religión vs la ciencia y la educación y la religión. Por suerte para mi, también me ha llegado el texto de Vargas Llosa “ La verdad de las mentiras”, que a decir verdad me ha ayudado en los dos anteriores.
Siempre me ha aburrido el debate entre ciencia y religión. Es un debate tozudo, que con idiomas distintos quiere llegar a aportar luz de ciencia a la religión. De la viceversa(introducir religión en la ciencia)ya estuvimos escarmentados desde los tiempos de G. Bruno y Galileo. O también puede ser la búsqueda de un lugar común, cuando, probablemente no se trate más que lo que dice el viejo y famoso refrán catalán: “Voler tocar campanes i anar a la processó”. Evidentemente ello define un espacio imposible, al menos en nuestra física más mundana. O se tocan campanas (ciencia) o se va a la procesión (religión).
En el contexto de la nueva ley sobre Enseñanza para la Ciudadanía, he tenido el placer, -por que así lo ha sido, un placer- de leer el texto de Joaquim García Roca, editado en Quaderns CJ n 149(Fundación Lluís Espinal). Es un texto cromático, profundo y esclarecedor. Recomendable. En otro orden me ha remitido a mis años de educando, en la esfera franquista, cuando el miedo era el motor con el marchamo de la autoridad (no precisamente la moral), y el mundo de las apariencias en el ámbito social, religioso y educativo. Por otro lado el odio, el resentimiento y la marginación de los que habían perdido la guerra. En definitiva, aislamiento y sentimiento de extranjería. Qué distintos horizontes se plantean ahora ante la formación de hombres y mujeres libres.
Luego vinieron años de “normalización”, donde crecieron mis hijas. Ahora toca un paso más, una apuesta más, una educación que proporcione a las personas un devenir a todo lo largo de su vida, de capacidades y diálogo con su propia constitución personal en el espacio colectivo.
Y aquí enraízo con la lectura de los mundos imaginados, de las mentiras que contienen aquella verdad que nos complementa en nuestro transcurrir histórico, para que este tenga una interpretación coherente y creativa. Un horizonte, imaginado, de mentira, que nos llame para evolucionar hacia él. La narrativa, substituta del mito y el dogma, constituye la fuerza y ánima que nos estira hacia el futuro.
Así como la narrativa tiene la valentía de mostrar sus pies de barro hundidos en la mentira, para ser verdad, así se precisa que la ciencia y la religión hagan profusión de humildad.
Quizás de esta manera habrá más jóvenes y adultos que, conscientes de vivir “suspendidos en el aire”, puedan desarrollar personas más felices en sociedades más solidarias y tolerantes. Candidez aparte, claro.
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