
Ayer por la noche fui a una cena de trabajo, de esas que se hacen una o dos veces al año, y escuché la siguiente anécdota:
Iba un día un cazador de estos de caza mayor, de los que llevan fusiles con mira telescópica, ataviados de safari total, con su pañuelo en el cuello y su gorro a lo Indiana Jones. Pues bien, como decía, iba por el Amazonas y llegó a un poblado de mañana temprano, en la entrada del cual, sentada una mujer indígena vendía frutos tropicales varios. Nuestro cazador europeo se dirigió a la mujer indígena y le dijo que le compraba toda la fruta, que se la llevaba al campamento. La mujer se lo miró y le dijo que no, que sólo algunas piezas de cada. El hombre europeo no entendió que no le quisieran vender toda aquella producción, al precio más alto. Y volvió a increpar a la mujer indígena:
-¿Porqué no me quiere vender toda la fruta?
Finalmente la mujer indígena le dijo:
-Porque ¿qué haría yo todo el día sin fruta para vender?
El hombre europeo se alejó pensando que los indígenas nunca llegarían a nada y la mujer se quedó sentada pensando que el hombre europeo nunca entendería nada.
Removiendo papeles antiguos hoy, he encontrado esta foto del Mar de Las Seychelles que recibí de un paciente, realizada por él mismo, y que en el reverso dice:
“Perquè el fet de no ser estimat és només qüestió de mala sort, i en canvi no estimar es una desgràcia”. A. Camús
...He estimat als homes i les dones i la natura i l’esport i la literatura i la fotografia. Hi ha hagut dintre meu una necessitat imperiosa d’estimar aquelles persones o coses, que m’han ajudat a fer planera la meva existència fins ara als 89 anys.
Salut i pau, avui i sempre. Sincerament J. Rosell
(Allá por 1994)
Cada día nos brinda más de una ocasión para percibirnos de nuestra naturaleza ambivalente…