Estamos montados sobre un lío (En defensa de la verdad. Isidoro Reguera, El País, Babelia 3/6/06).
Sobre la verdad, su inmensa relatividad, la subjetividad, los marcos de referencia, la ciencia cerrada en sí misma, todo nos indica que las raíces del teatro llegan a profundidades asombrosas. Y aparece como salvador la veracidad, el pacto, el punto de acuerdo, la subjetividad algo compartida. Ya más tranquilos podemos descansar. Pisamos suelo algo más sólido, algo que desde fuera de nosotros mismos parece sustentarnos.
El edificio, innegablemente se aguanta, aunque sea con ciertas artes de equilibrista. Y sin embargo, nosotros transitamos en él como si de la construcción más sólida de la creación se tratase, permitiéndonos sólo muy de tarde en tarde preguntarnos o dudar si aquello realmente no es un espejismo.
Actuamos como los niños pequeños en el regazo de la madre: salvados, guardados. Allí tenemos confianza. Y así, cobijados como ellos, sobrevivimos, sin tensión, dejando fluir la vida, observando aquello que quizás será veraz, quizás será verdad, y en todo caso es una obra de teatro magnífica. En definitiva, la verdad y lo veraz no participan de la naturaleza de nuestro universo. La confianza sí. ¿Quizás esto sea verdad? El lío está servido.
Para Mar, con cariño del de verdad y en recuerdo de “les coques de confiança”.
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