Ernest Martínez Izquierdo y la OBC nos han obsequiado con una magnífica Segunda Sinfonía de Mahler. El coro,El Orfeón Pamplonés, y Inger Dam- Jensen soprano, e Iris Vermillion mezzosoprano han completado el cuadro de músicos en el escenario.
Durante la audición me vino a la mente el cuadro de la Venus y el Espejo. Ella se mira en el espejo, y su cara reflejada en él es bella y resplandeciente. Con ello, ella se crece más en su belleza, y todo su cuerpo se sensualiza más allá de los propios límites que el marco del espejo permite. De igual manera, Mahler se refleja en su música y crece en ella, superando los límites, que su entorno finisecular de aquél entonces, le enmarca.
Ambos llegan a nosotros, epidérmicos, en un espacio más allá del tiempo que nos separa. Éste, por arte de magia, se diluye y sólo permanece una sensualidad común, inmutable, y permanente.
La belleza, como el mejor amor, son los que nos sorprenden al girar cualquier esquina, y para ello sólo hay que andar, porque esquinas, haberlas, haylas.
Durante la audición me vino a la mente el cuadro de la Venus y el Espejo. Ella se mira en el espejo, y su cara reflejada en él es bella y resplandeciente. Con ello, ella se crece más en su belleza, y todo su cuerpo se sensualiza más allá de los propios límites que el marco del espejo permite. De igual manera, Mahler se refleja en su música y crece en ella, superando los límites, que su entorno finisecular de aquél entonces, le enmarca.
Ambos llegan a nosotros, epidérmicos, en un espacio más allá del tiempo que nos separa. Éste, por arte de magia, se diluye y sólo permanece una sensualidad común, inmutable, y permanente.
La belleza, como el mejor amor, son los que nos sorprenden al girar cualquier esquina, y para ello sólo hay que andar, porque esquinas, haberlas, haylas.
Foto: La Venus del Espejo. Velázquez