He estado ordenando mi biblioteca y cuál no ha sido mi sorpresa al observar la cantidad de autobiografías, biografías, diarios y demás registros sobre la vida de las personas famosas, o no tanto, que he ido reuniendo. Casi un centenar de ellas llenan los estantes. ¿Por qué me interesan tanto? ¿Curiosidad?
Las autobiografías, biografías, diarios y similares, interpretan al personaje que todos llevamos dentro, y que evoluciona alrededor de un alguien, intangible e inmutable que permanece todo lo largo que sea la vida. Es decir, se establece un diálogo entre el ser que permanece y la máscara que muta, que es tanto como decir entre algo intemporal y algo que es la manifestación de eso que denominamos tiempo. A lo primero lo llamamos esencial y a lo segundo contingente. ¿Qué habría sido de la obra de María Zambrano si no hubiese habido una guerra civil y un exilio? ¿Qué habría sido de Primo Levi si no hubiese habido un holocausto? Y así, cada uno de ellos en su realidad.
Estos días nos ha dejado Salvador Pániker, pero sólo en parte, porque nos regaló sus diarios, una aproximación muy cercana a la esencia, lo elusivo. Sus cuadernos son para mí una referencia mayor, una referencia de aquello que es importante. Recuerdo sus páginas sobre el tiempo (1), esa cuestión que todos hemos de resolver de alguna manera, por difícil que sea.
Al fin, todo ese interés sólo deja expuesta mi curiosidad por saber cómo son los demás, para ver, en definitiva, cómo me las apaño yo conmigo mismo. Por que el arte de vivir es el más difícil: vivimos en una realidad construida e interpretada, es decir, en buena parte literaria y, por tanto, irreal.
Por suerte, como apuntó Nietzsche, nos queda la música, que no copia ninguna realidad porque ella es realidad.
(1): Salvador Pániker: Variaciones 95. Barcelona 2002, Pag 75 y siguientes
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