Una mañana, medio dormido como siempre, estaba afeitándome y un pensamiento como entre nebulosa se apoderó de mí. Todo era relativo, todo debía ser relativo. Los pensamientos y enjuiciamientos de todos los hombres no dejaban de ser relativos. Y así me fui afianzando en una seguridad total y absoluta (no relativa) de que todo es relativo. Hasta que ..zas!!! Me corté con la maquinilla de afeitar, y qué dolor. Aquello sí que no fue relativo, era de una certitud absoluta. El dolor, aún en su subjetividad, no es relativo. Así, en el estar de las cosas, todas ellas relativas hay como mínimo una que no lo es.
Pero aquí aparece un gran dilema, las cosas no son, fluyen. Nosotros somos actores, fluimos, hacemos, ejercemos, realizamos, creamos y en todo este quehacer nunca hay nada que sea relativo, porque todo aumenta o disminuye….. el dolor.
Así es que nos movemos o navegamos entre dos aguas, entre el ser y el fluir, con un solo horizonte………………….
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