Ya se acaba el año. Una línea separará lo que ha sido el 2007 de lo que será el 2008. Tenemos una necesidad enfermiza de tirar líneas de aquí para allá y de allá para aquí. El individuo, ese espacio inventado que separamos con trazo grueso es el ejemplo más claro. La realidad de los humanos, a través del lenguaje, se quiere separar de la realidad natural, dividiendo y compartimentando.
Ahora estoy junto a..., ahora estoy separado de..., pueden ser realidad en nuestra esfera pero deja de tener sentido en la esfera de lo natural, todo un continuum.
Mientras escribo esto suena a todo volumen el ritmo frenético de la balada a John Lee Hooker de J.Rivers. Quizás sea la música un lenguaje más unificador que nuestra palabra.
El baile es frenético y extático. Sudor y palpitaciones.
No estamos separados, sólo es una falacia. No existe el espacio privado.
Si el Homo sapiens no lo es por sus conocimientos, ni por su capacidad de instrumentar, si lo es por su capacidad de inventar mundos simbólicos. Traídos éstos de nuevo al mundo natural le proporcionan una ventaja, que por eficaz le permite sobrevivir ampliamente. De estos mundos simbólicos uno, el lenguaje, es el más abierto, mientras que la música mantiene raíces telúricas.
Por ahí navegamos, entre símbolos, telurismos y realidades. No es de extrañar que de vez en cuando nos invada un sentimiento de desorientación y precisemos ciertos anclajes al estilo J.A. Marina
La foto es de un dibujo de Carmen, que sobre una mancha aleatoria eleva un trazo que nos hace reconocernos en nuestro mundo simbólico. Con cariño.
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