Tres son las situaciones a las que se enfrenta cualquier escritor en su tarea de describir: describir lo conocido, lo desconocido y lo que todavía no tiene nombre.
Lo conocido pertenece siempre al pasado; como todo conocimiento es un saber incompleto e incierto.
Lo desconocido, lo que no tiene reflejo alguno en la memoria, es una interpretación llena de incertidumbre, un enfrentamiento contra la imaginación. Afrontar lo desconocido vestidos con el traje de la prudencia, el que hace que las incógnitas y aventuras que se encuentran en el camino tengan más posibilidades de ser superadas y, como Ulises, llegar a buen puerto, es el signo de la inteligencia humana.
Mosaico del prudente Ulises en el Museo del Bardo en Túnez |
A la sombra del conocimiento parcial, el escritor describe, luce la adjetivación siempre imprecisa, siempre insuficiente. Frente al desconocimiento, el escritor hilvana causas que expliquen efectos, relatos de vicisitudes que el tiempo trae, maniobras y astucias que su protagonista sabrá sacar de sí para alcanzar su fin.
Finalmente, enfrentado a la nada, a lo innominado, el escritor revela la relación evolutiva del personaje con su entorno, ambos interdependientes e inmersos en una historia compleja donde no caben objetivos sino situaciones, en donde el sujeto se desdibujará y diluirá. ¿Cuál es la diferencia entre la situación y el personaje? Ninguna. El personaje es la situación, la situación es el personaje.
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