martes, mayo 24, 2016

Velázquez y las ondas del tiempo

Como tantos otros no dejo de pensar en los múltiples significados a los que aboca la mirada de Las Meninas de Velázquez. Un enigma prácticamente indescifrable.
Hoy me he despertado febril y, váyase a saber por qué, me ha venido a la mente la instantánea velazquiana. Desde hace un par de años le doy vueltas a eso del tiempo (La densidad del tiempoTiempo y memoria), un enigma que se hace mayor en cuanto más piensas en él y que se resuelve solo cuando no le das más vueltas. ¡Todo el  mundo sabe lo que es el tiempo! Sin embargo, parece que a medida que uno se va haciendo mayor le interesa más otear en esos horizontes temporales.
Ahora tengo un poco más de edad que Velázquez cuando pintó su cuadro más famoso del que no dejó ninguna pista escrita para su interpretación. ¿Y si Velázquez hubiese querido amarrar el tiempo en un instante pintado?
Las instantáneas fijan las escenas, no las construyen, pero admiten –y este es su valor–, todo movimiento, que es tanto como decir tiempo. Así, en ese punto confluyen muy distintas ondas temporales. Veámoslo en el  cuadro que, por ser barroco, esconde sus entresijos:


En la pared del posterior dos cuadros antiguos sobre mitología observan desde el trasfondo histórico el espacio que se abre delante de ellos y al que dan soporte.
La imagen reflejada en el espejo de los monarcas enuncia la continuidad intemporal de la memoria colectiva y, en la escalera, José Nieto–el observador–, se ocupa de organizar y controlar el horario.
Es decir, en el fondo del cuadro tres aspectos del tiempo dan soporte a la acción presente, el marco mitológico que explica el Universo, la continuidad y estabilidad de la línea monárquica y el orden controlado por las instituciones.
El plano intermedio expresa la condición de género: el tiempo femenino de Marcela de Ulloa en su cháchara pertinaz y el tiempo masculino de aislamiento y contemplación del guardadamas. Dos formas de experimentar el pasar.
Ya en el primer plano se muestra el tiempo como reflejo de la acción: el tiempo juguetón de Nicolaseto que molesta al ensoñado can ausente de la idea temporal. A su lado el tiempo congelado de la temerosa Maribárbola y, en el centro, el tiempo de las meninas, Isabel de Velasco y María Agustina Sarmiento, como satélites del movimiento de la infanta mientras el frufrú de sus vestidos inunda de susurro la estancia.
En el centro culminante del cuadro la infanta Margarita, de mirada inocente que la proyecta hacia el futuro. A su derecha Velázquez, él mismo, como exponente de la acción, eje sobre el que gira la humanidad;  en su caso la pintura, intento vano de fijar en un lienzo aquello que siempre fluye, sincera razón por la cual no lo muestra de frente.
Por último, el tiempo del espectador inmerso en esa gran paradoja humana que es la inexistencia del instante, solo un constructo fútil de su imaginación.


¡TODO TIEMPOS DISTINTOS! ¡Y TODOS METIDOS EN UN SOLO ESPACIO!