martes, junio 14, 2016

El tiempo en que las jacarandás florecen en azul

Hoy es mi cumpleaños y hoy nos han dejado dos personas importantes para mí.


El día, nada más empezar, se ha llevado a Juana. Se deshilvanó al fin el hilo que, a pesar de tan fino, la mantenía atada a ese globo aerostático en el que viajamos todos. Ahora, su imagen se irá alejando hasta desdibujarse tanto que solo un esfuerzo la podrá recuperar. Sin embargo, los treinta años que ha sido mi paciente, esos, se quedan conmigo. Gracias Juana por tamaño regalo, un regalo que, sin duda, me ayuda a mantener en alza este globo que nos lleva a todos a no se sabe dónde, pero que cada uno quiere doblegar en el sentido que le es más propio, más vivificador.

La tarde ha traído otra noticia triste para mí. Mi maestro, Vladi, nos ha dejado también este 14 de junio. Cuando yo era un chaval recién licenciado me acogió en ese universo suyo mezcla de ciencia, cirugía y utopía, en donde un mundo mejor era posible para todos. Su impulso me llevó a la investigación clínica, impulso que treinta y cinco años después, en distintas formas, todavía dura. De hecho, ya forma parte de mí.

En este aniversario se han manifestado dos regalos que estaban ahí desde muchos años antes, pero que hoy se han iluminado y que quiero compartir.


La mano quirúrgica de Vladi Vidal Conde

Nota: El último día que lo vi, en la primavera de 2015 cuando le llevé mi libro Enfermar y sanar, estaba leyendo al Quijote. Qué casualidad, ¿no?