domingo, abril 30, 2017

Zweig, Erasmo, los fundamentalismos y Francia

Es la primera vez que comento aquí una película; ello es debido no tan sólo a su extraordinaria calidad, sino por la  oportunidad que encuentra.  "Stefan Zweig. Adiós a Europa" es una película dirigida por Maria Schrader, de manufactura europea; alemana y francesa.





En ella llama la atención la aparente tibieza con la que en el año 1936 Zweig afronta no declararse de forma abierta contra el fundamentalismo nazi a pesar de hallarse ya en el exilio. ¿Cuál era, pues, su posición? La clave se encuentra en su texto sobre Erasmo de Rotterdam, al que define como "el primer europeo consciente, el primer combatidor amigo de la paz, el más elocuente defensor del ideal humanístico, benévolo para lo mundano y lo espiritual"(1) Luego, se adentra en la razón de su neutralidad: "Erasmo tiene la misión del mediador comprensivo, hombre de mesura y de centro. No tiene que estar en ningún frente de batalla, sino única y exclusivamente en la que libra contra el enemigo común de todo libre pensamiento: contra el fanatismo."(2)

Y, ¿cuál es, pues, la oportunidad a la que me refiero? Dentro de pocos días, en la vecina Francia se dirimirá otra vez el futuro de Europa. Un fundamentalismo asoma, una mano que podría tener la capacidad de destruir todo el trabajo acumulado en sesenta años de esfuerzo colectivo, diríase erásmico.

Maria Schrader deja en boca de Stefan Zweig, casi al final de la película, el reconocimiento de su ceguera ante los hechos, ya palmarios, de 1936; una frase que hace que esta nota mía adquiera sentido y que viene a decir:  "Vistos los acontecimientos, me hubiera tenido que posicionar". Pues aquí va mi reflexión, mi expreso deseo de que los ideales europeos no se quiebren en manos de este individualismo necio que, como un viento arremolinado  de "ísmos", barre otra vez nuestro continente de oeste a este y de sur a norte.





(1)Stefan Zweig. Editorial Juventud, Barcelona, 1953, Obras Completas T III pag 415
(2)Opus cit. pag 423


viernes, abril 14, 2017

Autobiografías, realidad y música

He estado ordenando mi biblioteca y cuál no ha sido mi sorpresa al observar la cantidad de autobiografías, biografías, diarios y demás registros sobre la vida de las personas famosas, o no tanto, que he ido reuniendo. Casi un centenar de ellas llenan los estantes. ¿Por qué me interesan tanto? ¿Curiosidad?


Las autobiografías, biografías, diarios y similares, interpretan al personaje que todos llevamos dentro, y que evoluciona alrededor de un alguien, intangible e inmutable que permanece todo lo largo que sea la vida. Es decir, se establece un diálogo entre el ser que permanece y la máscara que muta, que es tanto como decir entre algo intemporal y algo que es la manifestación de eso que denominamos tiempo. A lo primero lo llamamos esencial y a lo segundo contingente. ¿Qué habría sido de la obra de María Zambrano si no hubiese habido una guerra civil y un exilio? ¿Qué habría sido de Primo Levi si no hubiese habido un holocausto? Y así, cada uno de ellos en su realidad.
Estos días nos ha dejado Salvador Pániker, pero sólo en parte, porque nos regaló sus diarios, una aproximación muy cercana a la esencia, lo elusivo. Sus cuadernos son para mí una referencia mayor, una referencia de aquello que es importante. Recuerdo sus páginas sobre el tiempo (1), esa cuestión que todos hemos de resolver de alguna manera, por difícil que sea.
Al fin, todo ese interés sólo deja expuesta mi curiosidad por saber cómo son los demás, para ver, en definitiva, cómo me las apaño yo conmigo mismo.  Por que el arte de vivir es el más difícil: vivimos en una realidad construida e  interpretada, es decir, en buena parte literaria y, por tanto, irreal.
Por suerte, como apuntó Nietzsche, nos queda la música, que no copia ninguna realidad porque ella es realidad.

(1): Salvador Pániker: Variaciones 95. Barcelona 2002, Pag 75 y siguientes